El Gremio vence al Pachuca y cita al Real Madrid en la final
El campeón de la Copa Libertadores gana al conjunto mexicano en la prórroga con un espectacular gol de Everton
El brasileño Grêmio de Porto Alegre se había traído su mayor problema de casa. El medio centro Arthur, su mayor estrella, su arma de puntuación masiva, el deseo de varios clubes internacionales, se había lesionado un tobillo antes del vuelo a los Emiratos Árabes, donde el ahora manco Grêmio tenía que vérselas con el Pachuca en el Mundial de Clubes. Obligado a obrar algún milagro, el entrenador, Renato Portaluppi, puso a Michel en su lugar. Y con él, el equipo se enfrentó a un calvario de primer tiempo, a una segunda parte fluida y, finalmente, a una prórroga que les dio la victoria.
Las gradas del estadio Hazza Bin Zayed estaban llenas de aficionados del Grêmio (cosa sorprendente porque habían tenido poco tiempo para comprar los billetes) y el ambiente era más propio de la Libertadores que de un Mundial de Clubes. Tal vez algo de eso contribuyó a recordarle al Club las dos cosas que está acostumbrado a tener: posesión del balón y problemas. Porque a ratos, el equipo brasileño tenía la iniciativa, la ofensiva y el control como en sus mejores momentos. Hubo un momento en el que, tras una falta perpetrada sobre el delantero Luan, el Grêmio logró aturdir al portero del Pachuca, Pérez, con un tiro libre ejecutado por el lateral Edilson, el gran experto en remates de larga distancia de la agrupación. Una gran clásico de Portaluppi.
Esto duró lo que tardó el Pachuca en reaccionar, desechar su postura más conservadora y empezar a parar al Grêmio con faltas. Hubo un momento, por ejemplo, en el que el portero brasileño, Marcelo Grohe, tuvo que dejar la portería para no recibir un puñetazo del extremo mexicano, Jonathan Urretaviscaya.
La estrategia del Pachuca también pasó por tener una defensa virtualmente infranqueable (Luan, que es el más creativo del equipo de Grêmio, nunca se manejó en el espacio suficiente para maniobrar). Y, quizá más fundamental, lo apostaron todo a su centrocampista, el japonés Honda, que protagonizó los dos peores momentos para los brasileños en el primer tiempo. Ambos fueron resultado de la misma estrategia: la de tener al lateral Cortez y el delantero Fernandinho insistiendo en hacer jugadas por el lado izquierdo. La primera la salvó Cortez de una forma casi mágica, cuando apareció de la nada para evitar el gol de Honda. La otra fue hacia el final del primer tiempo, cuando a Honda tuvieron que bloquearlo en el lateral izquierdo para que no moviese el marcador. Este se quedó cero a cero.
Portaluppi empezó el segundo tiempo con el mismo esquema pero algo le hizo arrepentirse al poco. Sacó al delantero Barrios y a Michel: ganó poder ofensivo pero, a la vez, se expuso más a los contragolpes mexicanos. Solo hubo un momento de acierto: cuando Luan pateó desde fuera el área y acertó de pleno en los palos de la portería. Quizá otro, cuando el Pachuca estuvo a punto de marcar, esta vez por un cabezazo del medio campo Guzmán y este apena rozó la portería. No había magia ni brillantez. Solo un marcador estancado, cero a cero, y la inevitabilidad de acabar en prórroga.
El punto que lo cambió todo llegó a los cuatro minutos. El centrocampista mexicano Hernández se vio adelantado por el delantero Everton, que siguió adelante, sorteando a un defensa (González) y colando el balón en un ángulo que el portero no pudo prever. No fue una actuación impecable. Pero tal y como estaban las cosas, fue suficiente.
