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Guillermo y Gustavo en contradicción

El primer entrenador es un pragmático que prefiere el vértigo al juego elaborado; mientras que su ayudante de campo diseña prácticas dirigidas a desarrollar la creatividad

Diego Torres
Guillermo Barros Schelotto, durante la rueda de prensa en Madrid.
Guillermo Barros Schelotto, durante la rueda de prensa en Madrid. Andrea Comas (GTRES)

Circunstancias del enredo burocrático de la Conmebol han determinado que la vuelta de la final de la Copa Libertadores que se suponía reservaba a River la condición de local, se sustituya por considerar a Boca como equipo de casa por segunda vez consecutiva. El repetido privilegio supone que el vestuario de Boca será el lujoso vestuario local del Bernabéu y el banquillo que ocuparán los entrenadores xeneizes, Guillermo y Gustavo Barros Schelotto en compañía de Javier Valdecantos, su preparador físico, será la misma hilera de asientos tapizados que calentaron Zidane, Ancelotti o Mourinho.

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La caseta de Boca amalgama la contradicción nacional argentina. El primer entrenador, Guillermo, es un pragmático que prefiere el vértigo al juego elaborado; mientras que su ayudante de campo, Gustavo, casualmente su hermano mellizo, se declara menottista y diseña prácticas dirigidas a desarrollar la creatividad para tener el control del balón. Uno acelera, el otro pisa el freno.

Culmina la extraña trilogía Javier Valdecantos, cuyo método se opone a la prédica filosófica de Gustavo. Valdecantos es apóstol de las doctrinas del atletismo que los entrenadores alemanes de los años 70 introdujeron en el fútbol con calzador y que encontraron en Argentina el mercado más receptivo. Siguiendo la anticuada tradición germánica, Valdecantos se ha pasado la vida forzando a los jugadores a subir montañas de arena o a tirar de trineos corriendo por la hierba en agotadoras sesiones en las que la pelota se convierte en una nostalgia. La consecuencia es lógica. El juego de Boca, entendido como orden colectivo, resulta íntimamente indescifrable.

Guillermo se encoge de hombros. Advierte de que sin Gago, envejecido y convaleciente de una lesión, no hay elementos para eso que en Argentina llaman “tenencia”, es decir, control del juego mediante la posesión del balón. “El juego ha ido cambiando con respecto a la tenencia”, dice. “Mientras Gago se recupera el equipo se ha impuesto de una forma más agresiva, más rápida en el ataque, con menos elaboración. Nos dio resultados y hemos apostado más por eso que por la tenencia”.

Club comprador por excelencia, Boca no juega como quiere sino como compra. Puesto que el mercado argentino no ofrece centrocampistas asequibles y sí muchos delanteros, su estilo se simplifica. Desde 2016 Boca ha sido el club de Sudamérica que más gastó: 40 millones de euros.

Los mellizos lo administran el remate con astucia en un ambiente marcadamente competitivo. Por competir, se baten ellos después de cada entrenamiento. Mano a mano, celebran un ritual sencillo desde la línea del borde del área. Con portero. El que mete más goles de una serie de 10, cobra. El que pierde, paga. Los dos, indefectiblemente, parecen menos divertidos que angustiados por el deseo de vencer al igual.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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