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Reportaje:

Noche de terror en Cortegana

Una protesta en un pueblo de Huelva acaba con asaltos a un barrio gitano

Reyes Rincón

"Esto anoche era una película de terror. Estábamos todos encerrados en las casas con las luces apagadas y ellos gritaban que venían a por nosotros. Con palos, piedras, hachas, como si fueran cazadores furtivos. No miraban ni por los niños ni por las mujeres". Vicente Aguilera es uno de los 250 vecinos de Las Eritas, el barrio en el que reside la mayoría de la población de etnia gitana de la localidad onubense de Cortegana (5.000 habitantes) y que el domingo por la noche fue asaltado por más de un millar de vecinos del pueblo que acababan de participar en una manifestación convocada por el Ayuntamiento.

El alcalde de la localidad, Antonio Marín (IU), coincide con la mayoría de los vecinos en que la convivencia entre gitanos y payos se ha deteriorado en Cortegana en los últimos años y terminó de quebrarse el pasado 1 de enero, cuando Mateo Vázquez, un vecino de la localidad con un 35% de deficiencia mental, fue asesinado presuntamente por tres hombres de etnia gitana, uno de ellos menor de edad, que se encuentran detenidos. El Ayuntamiento, "a petición de la familia" de Vázquez, según el alcalde, convocó la marcha bajo el lema Por un pueblo más seguro. Justicia, a la que acudieron unos 2.000 de los 5.000 habitantes del pueblo.

"La primera vez nos encerramos, pero la segunda nos vamos a defender", dice una víctima del ataque

El itinerario acababa teóricamente en la plaza de la Esperanza, apartada de Las Eritas. "Pero allí sólo nos quedamos una minoría", advierte el alcalde. El resto, más de la mitad de los manifestantes según los testigos, se dirigió hacia la barriada donde residen los gitanos. El alcalde y el subdelegado del Gobierno en Huelva, Manuel Bago, coinciden en que muchos de los manifestantes se dejaron llevar "por confusión" hacia las viviendas de los gitanos encabezados por "grupúsculos" con ánimos de venganza. La Guardia Civil llamó ayer a declarar al alcalde como convocante de la manifestación. Al cierre de esta edición, todavía no había detenidos por los incidentes que se produjeron tras la marcha.

Aunque ayer eran muchos los vecinos del pueblo que reconocían sin tapujos su participación en los hechos, que se prolongaron durante dos horas. "Por la tele están diciendo que eran unos pocos exaltados. ¡Qué va! Éramos muchos, que estamos hartos", asegura una joven vecina que prefiere no dar su nombre "por lo que pueda pasar". Asegura que, para los gitanos, ella es "la paya mala" porque les ha vetado la entrada en la cafetería en la que trabaja. "Antes los trataba como a payos, pero me vinieron a buscar las gitanas para amenazarme porque pensaban que tenía algo con sus maridos", dice.

La muerte de Mateo Vázquez ha sido el detonante de un conflicto que tiene antecedentes en otros dos asesinatos ocurridos en 1999 y 2001. Por el primero fue condenado Bernardo M. N., de etnia gitana; por el segundo, Luciano M. N., su hermano mellizo. Las víctimas fueron dos mujeres payas de 70 y 35 años que previamente habían denunciado a los acusados por robo.

"Estamos pagando justos por pecadores. Los que mataron ya están cogidos", se lamentaba ayer Vicente Aguilera mientras mostraba su vivienda con los cristales y las puertas reventadas, como las de la otra veintena de casas del barrio y todas las lunas de los coches. Los manifestantes, además, quemaron varios kilos de paja con la que los gitanos alimentan a sus mulas, muchas de las cuales se tambaleaban ayer dentro del establo con claros signos de haber recibido también más de un golpe.

"La primera vez nos hemos encerrado, pero la segunda nos vamos a defender", asegura Vicente. "Gane quien gane y, para el que muera, ahí está el cementerio para que nos entierren".

Un vecino de la barriada de Las Eritas, en Cortegana, tras los incidentes.
Un vecino de la barriada de Las Eritas, en Cortegana, tras los incidentes.GARCÍA CORDERO

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Sobre la firma

Reyes Rincón
Redactora que cubre la información del Tribunal Supremo, el CGPJ y otras áreas de la justicia. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora de información local en Sevilla, corresponsal en Granada y se ha ocupado de diversas carteras sociales. Es licenciada en Periodismo y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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