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¿Cuándo dijo May que dimitía?

La primera ministra se aferra al cargo ante una prórroga larga del Brexit

La primera ministra Theresa May, a su llegada este miércoles al Consejo Europeo en Bruselas. En vídeo, sus declaraciones tras el acuerdo alcanzado.Vídeo: YVES HERMAN (REUTERS) / REUTERS-QUALITY
Rafa de Miguel

Si algo ha quedado claro en la refriega política del Brexit, es que hasta el salto más dramático se hace siempre con red. Los euroescépticos conservadores ventilan estos días su rabia ante la triple trampa en la que se han visto envueltos. En primer lugar, las negociaciones del Gobierno de Theresa May con los laboristas, si producen algún resultado, este será sin duda un planteamiento de salida de la UE más suave, con la probable permanencia del Reino Unido en la unión aduanera.

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En segundo lugar, la prórroga arañada a Bruselas, que será más larga que la que pretendía la primera ministra, obligará al país a participar en las elecciones al Parlamento Europeo, el próximo 23 de mayo. El primer sondeo publicado, realizado por el centro Hanbury Strategy con 2.000 votantes entre el 5 y el 8 de abril, pronostica un descalabro del Partido Conservador (23%); una clara victoria de los laboristas (37,8%) y una estrepitosa entrada de las dos fuerzas nacionalistas y antieuropeas. El UKIP (Partido por la Independencia del Reino Unido) obtendría un 7,5% de los votos, pero el que acaba de crear su fundador Nigel Farage, el Brexit Party, llegaría a sumar más de un 10%, según la encuesta.

Malas noticias para el ala dura de los conservadores, que carga todas las culpas en May. Ese es su tercer problema. La primera ministra utilizó la última bala de ofrecer su dimisión a cambio de que el Parlamento aprobara su plan del Brexit. Pero su anuncio, realizado a puerta cerrada ante el Comité 1922 (el grupo parlamentario de todos los diputados conservadores sin cargo en el Gobierno) venía acompañado de condiciones y letra pequeña. Condiciones, porque para cumplir su promesa May exigía el visto bueno de Westminster al Acuerdo de Retirada que ella había pactado con la UE. Solo entonces, dijo, permitiría que otra persona tomara las riendas de la segunda fase de las negociaciones con Bruselas. El texto ha sido rechazado ya tres veces por los diputados, y nada apunta a que lo respalden en un futuro inmediato. Y letra pequeña, porque ya sobrevivió el pasado diciembre a la moción de censura interna que le plantearon en su partido. Según los estatutos de la formación, debe pasar un año antes de que pueda intentarse un nuevo desafío a su liderazgo.

May tiene la sartén por el mango, y los euroescépticos no pueden hacer nada más que amenazar o llevar a cabo conspiraciones de salón. “Yo recomendaría a la primera ministra que no se expusiera a una segunda moción de censura”, ha dicho este miércoles el exlíder de los conservadores, Ian Duncan Smith, a Sky News. “Es prácticamente seguro que la perdería. Sería una verdadera humillación. Debe preparar ya un calendario que permita a otro líder llegar fresco al congreso del partido [previsto para otoño] y disponer de un nuevo equipo negociador”, ha sugerido.

Un puñado de asociaciones locales conservadoras han puesto ya en marcha mecanismos de censura contra la primera ministra. La de Clwyd South, en Gales, tiene ya previsto celebrar la votación el próximo 24 de abril. De momento, son episodios anecdóticos, por su nula fuerza legal y porque el Partido Conservador sigue manteniendo una disciplina férrea que se ejerce de abajo arriba. Pero dan muestra de la tormenta interna que se está fraguando, y que el equipo de May ha decidido ignorar. “La primera ministra dejó claro que se iría en cuanto se aprobara su plan y pasáramos a una segunda fase”, ha dicho David Gauke, ministro de Justicia, en la BBC. “Pero si aún no hemos llegado a esa segunda fase, si seguimos en medio de estas negociaciones [con los laboristas], todo permanece bastante incierto. Y puede que lo último que necesite el país en estos momentos es una competición por el liderazgo tory”, ha dejado caer. En la misma línea que el ministro para el Brexit, Stephen Barclay, quien en su comparecencia ante el Parlamento se escabulló como pudo de las preguntas sobre la posible fecha de dimisión de May.

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La primera ministra es un zombi irrecuperable en su propio partido, pero si parte de su desgracia es merecida, otra buena parte es heredada. La semilla de la división la plantó su antecesor en el cargo, David Cameron, cuando permitió la extravagancia política de que la mitad de sus ministros hicieran campaña a favor del Brexit y la otra mitad en contra, en el referéndum de 2016. May no pudo ya nunca recuperar la responsabilidad colegiada que la tradición ha impuesto durante décadas en los Gobiernos británicos. El pasado lunes, cuando Downing Street sometió a votación en el Parlamento su propuesta de la nueva fecha de salida, el 30 de junio, el texto salió adelante sin problemas. Pero de los 420 diputados que la respaldaron, solo un 30% eran conservadores. Y hasta cuatro miembros del Ejecutivo, entre ellos la ministra para Relaciones con el Parlamento, Andrea Leadsom, y el abogado general del Estado, Geoffrey Cox, votaron en contra.

En la sesión de control de este miércoles, apenas hubo euroescépticos que preguntaran por el Brexit a May. Las preguntas se dirigieron por escrito a sir Graham Brady, el jefe del grupo parlamentario, para exigirle que diera con el modo legal de deshacerse de la primera ministra.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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