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Djokovic saca los colmillos

El número uno, de camino hacia su mejor versión, tumba a Thiem en un estratégico duelo definido por su acierto en los momentos críticos: doble 7-6, en 2h 22m. Se medirá en la final al griego Tsitsipas

Alejandro Ciriza
Djokovic, durante el partido contra Thiem en la Caja Mágica.
Djokovic, durante el partido contra Thiem en la Caja Mágica.E. de la Fuente (GTRES)

Ya está aquí, ya vuelve, ya da miedo. Es Novak Djokovic, que acaba de cerrar el pulso contra un rival estupendo que lo intentó todo, por tierra, mar y aire, batallador de inicio a fin Dominic Thiem, pero al final rendido porque no hay tenista que domine mejor que el serbio las situaciones de emergencia. Desplegó el austriaco todo su catálogo, pero Nole está de vuelta, hambriento y fiero, con el apetitoso objetivo de cazar los 33 títulos de Masters 1000 de Rafael Nadal, al que espera ya en el episodio definitivo de este Mutua Madrid Open. Doble 7-6, en 2h 22m, y una seria advertencia: va con todo.

Se golpea el pecho el número uno como si fuera Tarzán, porque acaba de rendir a un Thiem guerrillero a más no poder. Grita el serbio hacia el cielo de Madrid, y cuando se le pregunta por qué hará en las próximas horas, mientras el otro finalista quemará gasolina en el horario nocturno, sale el Nole gallito, el genuino, el que impone respeto como ningún otro: “Esta noche vamos a bailar un poquito, y después pensamos en tenis”.

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Le basta a Djokovic una chispa mínima para entrar en combustión, para liberar a la bestia competitiva que habita en su interior, y esta vez le activó definitivamente el juez de silla. Se demoraba el serbio en el servicio botando una y otra vez la bola, hasta en 14 ocasiones en algún turno, y el catalán Nacho Forcadell le castigó con un primer warning. Se mantuvo en sus trece Nole, exprimiendo al máximo el cronómetro, jugando con fuego, y recibió una segunda reprimenda muy severa, a tenor de lo visto en otros partidos del torneo. El balcánico se encogió de hombros, atravesó al árbitro con la mirada y la grada cuestionó la decisión con silbidos. A partir de ahí, su juego repuntó.

Djokovic ya era un poco más Djokovic, el campeón robótico al que para hacerle un punto hay que hacérselo cinco veces. Hasta entonces había mandado Thiem, estiloso y violento en el golpe a dosis iguales, cada vez con más mimbres y cada vez más compacto, camino de ser quien teóricamente apunta a ser: el gran gobernador de la tierra en la era post-Nadal. El pulso transcurría al dictamen de su derecha y su revés, tan bueno lo uno como lo otro, pero la rigidez de Forcadell espoleó la versión combativa de Nole y este fue agrandándose para compensar el break de desventaja primero (del 2-4 al 5-5), y soltar una tarascada de las suyas en el desempate (7-2).

Aun sin ser el Djokovic de los grandes días, porque viene de periodo de barbecho –ningún título de Melbourne aquí, y un rendimiento muy discreto–, se pudo intuir por momentos al tirano ejerciendo su papel. Mientras Thiem bombardeaba y proponía un perfil más incisivo, él decidió jugar al despiste. El austriaco volvió a romperle el servicio y a ponerse por delante, pero Nole cocinaba los puntos a fuego lento y después hincaba las garras. Replicó no solo una, sino dos veces, y aunque Thiem es un tipo cada vez más duro de mollera y se reenganchó, fotocopió la estrategia del primer parcial.

En el tie-break, con la mente blindada a prueba de bombas, fue otra vez superior (7-4). Volvió a ser un escudo, controló la situación y aterrizó en la que será su tercera final en la Caja Mágica; las dos anteriores, en 2011 y 2016, las resolvió a su favor. Recupera poco a poco Djokovic la forma y tiembla el resto del circuito. A dos semanas de Roland Garros, el de Belgrado enseña los colmillos y abre las alas. Viene Nole con fuerza, como si él marcara los tiempos.

Después de tres meses camuflado, se quitó la máscara y habló alto y claro: quiere reinar en París otra vez, y para ello tenía que subir varios escalones y dar el salto. Y él también lo ha dado.

TRIPLE SANCIÓN A NOLE POR LOS RETRASOS

Al final, Djokovic fue sancionado ayer en tres ocasiones por la demora con el saque. Sin embargo, preguntado por ello, el serbio le restó importancia. "Fue un partido muy físico", introdujo, "así que había que tomarse un poco más de tiempo entre los puntos, sobre todo en los momentos importantes. Sé que boto mucho la pelota... Pero no me quejo porque sé que me excedí de tiempo. No mucho más que decir, salvo en una situación, en la que creo que el warning fue innecesario", continuó.

Posteriormente, le preguntaron por la norma de los 25 segundos y la implantación del reloj en la pista, que entró en vigor el curso pasado de forma oficial. “Creo que los 25 segundos están bien, son más que suficientes. 25 son muchos segundos. Mi rutina es botar mucho la pelota, y creo que mi rutina no es muy complementaria con la norma…”, bromeó.

“Para ganarle a este tipo de jugadores, como Novak o Rafa, necesitas que ese punto de suerte caiga de tu lado, y hoy no fue el caso…”, expresó Thiem, finalista el año pasado en la Caja Mágica –cedió contra Alexander Zverev, apeado el alemán esta vez en los cuartos por Stefanos Tsitsipas– y que pese a la derrota apunta a ser una firme oposición dentro de dos semanas, en Roland Garros.

“Su nivel siempre es muy elevado, y hoy jugó muy bien”, le elogió a Djokovic; “si Novak hubiera jugado así en los torneos previos, hubiera conseguido mejores resultados. Cuanto más cerca están los Grand Slams, mejor juega. Estamos bastante cerca de París, así que él está alcanzando su cien por cien”, cerró Thiem, que en la ronda anterior había despachado a Roger Federer.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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