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investidura parlamentaria
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Un aprendizaje con un coste elevadísimo

El tacticismo desplegado estas semanas, especialmente por los líderes de Unidas Podemos y Ciudadanos, les hace corresponsables del fracaso de Sánchez

Luis R. Aizpeolea
El líder de Ciudadanos, Albert Rivera e Inés Arrimadas, durante el debate de investidura.
El líder de Ciudadanos, Albert Rivera e Inés Arrimadas, durante el debate de investidura.Ballesteros (EFE)

El futuro de las pensiones, la revisión del salario mínimo, la financiación de los servicios sociales. Son algunas de las medidas urgentes que penden de una nueva legislatura frustrada este jueves tras el fracaso de la investidura de Pedro Sánchez. España lleva cuatro años con gobiernos provisionales o en funciones y esta responsabilidad la comparten con el candidato otros partidos. El tacticismo desplegado estas semanas, especialmente por los líderes de Unidas Podemos y Ciudadanos, les hace corresponsables del fracaso de Sánchez, que amenaza con repetir elecciones en noviembre al no facilitar la única opción de gobierno posible. De materializarse la repetición electoral, la desafección hacia los políticos, muy alta en el último CIS, batirá récords.

Pero la desafección será más profunda en la izquierda. El 28 de abril se produjo una gran movilización en la izquierda que difícilmente se repetiría en unas nuevas elecciones. El temor a la extrema derecha y la ilusión generada por el Gobierno de Sánchez —progresista, con más mujeres que hombres y con una cualificación profesional de media alta— se disiparían ante el lamentable espectáculo de vuelo corto experimentado desde las elecciones por los principales líderes de la izquierda. Alguna conciencia de ello tiene Pablo Iglesias cuando ha ofrecido continuar la negociación en verano.

Sánchez, aunque verbalizó desde el comienzo que su socio prioritario era Unidas Podemos, dejó pasar mucho tiempo hasta jugar a fondo esa carta. Tiene como atenuante el mal procedimiento negociador elegido por Iglesias: empezar por lo más difícil, la estructura de gobierno, en vez del programa donde contaban con mayores complicidades tras un año de colaboración.

A Sánchez puede reprochársele su tardanza en asumir que el tiempo de los gobiernos monocolores ha pasado. Pero la obsesión de Iglesias por disponer de un poder desproporcionado en el Gobierno de coalición —un gobierno dentro del gobierno— ha sido la clave del fracaso. Esa fórmula la experimentó el Gobierno tripartito catalán con un balance desastroso.

Los resultados de Iglesias en las elecciones, en proporción de escaños de uno a tres respecto a Sánchez son similares a las del PSE respecto al PNV en las elecciones vascas. En Euskadi gobiernan en coalición PNV y PSE. El PSE tiene la cuarta parte de las consejerías y carece de vicepresidencia. Con similar proporción, la oferta de Sánchez es más generosa con Unidas Podemos. El problema negociador en Euskadi no estuvo en las consejerías sino en el programa. La renovación del Estatuto vasco, la discrepancia más seria, se resolvió pactándola como desacuerdo y sacándola del Gobierno. Sus conflictos se dirimen sin traumas porque hay un rodaje de 30 años de gobiernos de coalición donde prima la gestión. Una experiencia aquí inexistente. El problema radica en que el coste del aprendizaje puede ser elevadísimo para los ciudadanos y la mayoría progresista.

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