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Los tractores llenan las calles europeas

El malestar del sector por las restricciones ambientales, la reforma de la PAC y los acuerdos de libre comercio se extiende a todo el Viejo Continente

Un hombre pasa en patinete eléctrico delante a decenas de tractores parados en Berlín, en enero.
Un hombre pasa en patinete eléctrico delante a decenas de tractores parados en Berlín, en enero.FILIP SINGER (EFE)

Al igual que ha ocurrido esta semana en España, las protestas de agricultores y ganaderos han llenado en los últimos meses las calles de las grandes capitales europeas. Unos precios por los suelos y las cada vez más duras regulaciones medioambientales son algunos de los motivos que unen a los hombres y mujeres del campo en países como Francia, Bélgica, Países Bajos y Alemania.

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Francia lucha contra los bajos precios. Antes de que los trabajadores del metro y de los ferrocarriles bloquearan París contra la reforma de las pensiones, lo hicieron los agricultores. El 27 de noviembre, un millar de personas se montó en sus tractores y puso rumbo a la capital y otras grandes ciudades para demostrar su descontento. ¿Motivos? Muchos y de larga data, pero dos son las inquietudes principales. Por un lado, la dura batalla de precios en una pugna con las grandes superficies en la que los agricultores ven peligrar su poder de negociación. A ello se une el agribashing, ataques constantes por algunas prácticas del sector, sobre todo por el uso de pesticidas, que chocan con una sociedad cada vez más concienciada con el medio ambiente y los derechos animales pero que, según critican los agricultores, exige productos de calidad a precios irrisorios.

La protesta tuvo éxito: el Gobierno recibió al sector y entabló un diálogo, aún no cerrado. Pero los agricultores no bajan la guardia y la semana pasada hubo otra operación caracol con tractores en Lille, tras la entrada en vigor, el 1 de enero, de distancias mínimas de fumigación: cinco metros de las zonas habitables para los cultivos bajos como legumbres o cereales, 10 para los altos como viñedos y hasta 20 para los herbicidas “más peligrosos”. Solo en el norte del país, afirma el sindicato FNSEA, impulsor de las protestas, esta medida significa 6.000 hectáreas menos de cultivo y una pérdida de volumen de negocio de 19 millones de euros.

Agricultores franceses se dirigen a París, en noviembre.
Agricultores franceses se dirigen a París, en noviembre.Anadolu / GETTY

La amenaza de los acuerdos comerciales. Los agricultores belgas ven en los acuerdos de libre comercio de la UE una amenaza. Un lustro después de que más un millar de tractores bloquearan Bruselas por las cuotas lácteas, el pasado julio los ganaderos volvieron a tomar las calles de la capital comunitaria para protestar por el acuerdo alcanzado con Mercosur tras 20 años de negociaciones. El sector bloqueó el tráfico para denunciar la desigualdad de condiciones con las que, en su opinión, deberán competir los agricultores de un lado y otro del Atlántico. Entre otras cosas, denunciaron que los productos fitosanitarios usados en América Latina están prohibidos en Europa y recordaron que Brasil incumple los Acuerdos de París.

Bélgica ve con recelo los acuerdos alcanzados por la UE. El veto del Parlamento de Valonia mantuvo bloqueada durante semanas la aprobación del acuerdo entre la UE y Canadá. Además, las instituciones comunitarias han agudizado el malestar del sector por su propuesta de recorte de los fondos para la Política Agraria Común (PAC). Bruselas planteó un tijeretazo del 5%, aunque el último documento que puso Finlandia sobre la mesa suavizaba esa rebaja.

Agricultores en pie de guerra en Alemania. En las últimas semanas los agricultores alemanes han sacado miles de tractores a las calles de las principales ciudades para protestar contra los planes del Gobierno. Berlín quiere reforzar el bienestar animal y restringir el uso de pesticidas para proteger los insectos; los agricultores defienden que las nuevas disposiciones amenazan su subsistencia y la viabilidad de la producción agrícola en el país.

La propia canciller, Angela Merkel, se reunió a finales de año con las principales organizaciones agrícolas en un intento de apaciguar las protestas. Su Gobierno siente la presión por parte de una opinión pública crecientemente preocupada por la crisis ambiental. El auge de Los Verdes, segundos en intención de voto, supone para democristianos y socialdemócratas una clara señal de alerta.

Pero los agricultores sienten que son ellos los que, al final, tienen que pagar el precio de una política más respetuosa con el medio ambiente. El Ejecutivo prevé desembolsar 1.000 millones en cuatro años para ayudar al campo a adaptarse a la nueva normativa, que incluye la prohibición del polémico herbicida glifosato para evitar la extinción de los insectos. El sector cree que no basta con más dinero, sino que hacen falta cambios técnicos viables.

Ganaderos holandeses y cambio climático. El mayor atasco de la historia de los Países Bajos se produjo en octubre de 2019, cuando unos 10.000 ganaderos se trasladaron en tractores a La Haya, sede del Gobierno. Protestaban contra la mala imagen que se ha creado en torno al sector, al que se acusa de contribuir al cambio climático. Los planes para reducir las emisiones de nitrógeno propuestos por el Ministerio de Agricultura implican dejar de producir alimentos a precios muy bajos para proteger las tierras de cultivo, además de reducir la cabaña porcina y bovina y las explotaciones agrícolas. A 40 kilómetros por hora y tocando las bocinas al unísono, los ganaderos colgaron carteles en sus vehículos que decían: “Sin campo no hay comida”.

Los manifestantes volvieron a la calle en otras cuatro ocasiones, la última el pasado 18 de diciembre. Tenían previsto concentrarse de nuevo la próxima semana, pero prefieren esperar a la publicación, el 20 de febrero, de los nuevos cálculos oficiales sobre la reducción de nitrógeno.

Con información de Silvia Ayuso (París), Lluís Pellicer (Bruselas), Ana Carbajosa (Berlín) e Isabel Ferrer (La Haya).

Con información de Silvia Ayuso (París), Lluís Pellicer (Bruselas), Ana Carbajosa (Berlín) e Isabel Ferrer (La Haya).

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