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La revancha de Wembley

Mancini, Vialli y Lombardo, figuras de la Sampdoria que perdió la Copa de Europa en 1992, lideran ahora a Italia

Ramon Besa
El seleccionador italiano, Roberto Mancini
El seleccionador italiano, Roberto Mancini, durante la Eurocopa.ANDREAS SOLARO (Reuters)

Wembley ya no es el mismo estadio que coronó al Barça campeón de Europa en 1992. La Sampdoria de hoy nada tiene que ver con aquel equipo que perdió la final con los azulgrana después de ganar el scudetto en 1991. Y el juego de la Italia del Europeo tampoco se parece al de la selección que compitió en el Mundial que organizó en 1990. Hay, sin embargo, un nexo entre la Azzurra, la Sampdoria y Wembley. El cuerpo técnico de Italia, la selección que este sábado se enfrenta a Austria en Londres, está integrado por exjugadores de la Samp, tres de los cuales se alinearon ante los barcelonistas el 20 de mayo de 1992 en Wembley: el seleccionador, Roberto Mancini, el jefe de expedición, Gianluca Vialli, y el segundo entrenador, Attilio Lombardo.

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El staff incluye también como ayudantes a Fausto Salsano y Giulio Nuciari, al preparador de porteros Massimo Battara y Alberico Evani, mano derecha de Mancini. Todos han sido blucerchiati y algunos no perdieron su vínculo con Mancini cuando fue técnico del Manchester City, Galatasaray y Zenit después de su paso por Fiorentina, Lazio e Inter. El punto de partida siempre es la Sampdoria, al que el empresario petrolero Paolo Mantovani le dio vuelo hasta alcanzar la meta de Londres.

Mantovani se las tuvo tiesas con Silvio Berlusconi, el patrón del Milan, y también con Massimo Moratti, el dueño del Inter, después de reclutar a Mancini del Bolonia y a Vialli del Cremonese. A ambos se les conocía como “los gemelos” de una Samp que, en épocas distintas, fichó a Pagliuca, Mannini o Vierchowod y a extranjeros de la talla de Brady, Trevor Francis, Souness, Cerezo o Víctor Muñoz —hasta Luisito Suárez tuvo sus años de gloria en el club (1970-1973)—. Los éxitos llegaron en la década de los ochenta e inicios de los noventa, especialmente cuando en el banquillo se sentó Vujadin Boskov. El botín fue extraordinario para un club especialmente querido en Italia.

La Liga de 19 goles

Un campeonato de Liga (1990-1991), cuatro Copas (1985, 1988, 1989 y 1994), una Recopa (1990) y la final de la Copa de Europa (1992), derrotado por el Barça, al igual que ya pasó en la Recopa de 1989, expresan la importancia del equipo blucerchiati en un momento en que en el calcio abundaban los buenos jugadores, extranjeros (Caniggia, Fonseca, Rubén Sosa, Völler, Brehme, Matthaus, Klinsmann, Gareca, Riedle) e italianos, concentrados en la Juve de Baggio, el Milan de Sacchi —Gullit, Van Basten y Rijkaard—, o el Nápoles de Maradona. Los 19 goles de Vialli le permitieron conquistar el scudetto y pelear después por la corona continental en Wembley con Cerezo, Katanec y evidentemente el trío Vialli-Mancini-Lombardo.

Víctor Muñoz: “Son técnicos y agresivos; hay un equilibrio en el equipo italiano”

Aunque Lombardo no paró de percutir por el costado derecho mientras Cruyff ordenaba una marca sobre Mancini, Vialli pidió una toalla “para no ver el gol de Koeman” después de ser sustituido por Buzo. No tenía dudas de que la falta que el árbitro pitó por una entrada de Invernizzi sobre Eusebio acabaría en la red de Pagliuca y se tapó la cara para no presenciar el tiro de Tintín. El Barça se estrenó como campeón europeo y Wembley cambió su relato al tiempo que generaba una amistad inquebrantable entre los jugadores de la Samp reunidos alrededor de Mancini, el que más partidos ha jugado (424) y goles marcado (123) en el Luigi Ferraris.

El lazo ha sido siempre más fraternal que futbolístico si se analiza la trayectoria como técnico de Mancini. “Italia no se parece al City que se estrenó después de 44 años como campeón de la Premier con aquel gol del Kun Agüero”, subraya Guardiola. La Azzurra tampoco juega hoy como la Sampdoria de Boskov. Hay, sin embargo, una química alrededor del grupo de trabajo de la selección que nació con la amistad que trabaron cuando jugaban en Génova. “Hay similitudes si nos atenemos al espíritu y a la empatía”, argumenta Mancini, siempre elogiado por Sven-Goran Eriksson. “Mancini es muy amigo de sus amigos y se rodea de quienes le dan confianza”, subraya Víctor Muñoz. “Más que un modelo, tiene una filosofía y una manera de pensar y observar que se expresa en su equipo: son técnicos y también agresivos, equilibrados”. Los jugadores están encantados, “todos en su hábitat natural”, explica Insigne. Añade Ranieri: “Involucra a todo el mundo desde la humildad”. Y concluye el blucerchiati Lanna: “El ambiente creado me recuerda al de la Sampdoria”.

Mancini regresa a Wembley 30 años después con Lombardo y Vialli, al que reclutó después de sufrir un cáncer de páncreas, los tres dispuestos a que el estadio de Londres sea el inicio y no el final de una gran aventura para Italia.


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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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