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Reportaje:UNA TARDE CON SERGIO SCHOKLENDER

Muerto en vida

"Estoy pagando por haber sostenido un mito", afirma el exasesor de Bonafini

Martín Caparrós

Me dijo que, cuando salían a recaudar, lo hacían "como en los viejos tiempos" y yo, claro, le pregunté cómo era eso.

- Robo, choreo. En negocios, en supermercados más bien. Tratábamos de que fuesen lugares que representaran más la concentración oligárquica, no la farmacia de la esquina.

Me dijo que lo hacían él y varios militantes más en los años noventa, cuando la Asociación Madres de Plaza de Mayo tenía problemas para pagar las cuentas, y que Hebe Pastor de Bonafini, su presidenta, lo sabía. Yo le dije que me extrañaba mucho y que para qué lo decía: que si no se imaginaba los títulos de los diarios gritando que "las Madres de Plaza de Mayo se financiaban con plata de asaltos a mano armada". Sergio Schoklender me dijo que lo decía porque era la verdad.

Schoklender dice que las Madres mandaron a gente a formarse con las FARC

- ¿Y por qué salís a decirlo ahora?

- Porque creo que es justo. Primero porque estoy pagando el haber sostenido un mito y estoy tratando de reparar algunas cosas. Porque creo que hubo muchos compañeros que se la jugaron durante años para sostener esta estructura que ahora Hebe la hizo mierda, la destruyó.

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Sergio Schoklender tiene 53 años, y no es muy alto ni muy gordo ni muy flaco, ojos chiquitos entornados, labios finos, una de esas barbas de cinco días que ya no son un azar del momento sino una forma laboriosa de detener el tiempo. Sergio Schoklender lleva muchos años siendo una figura de peso en la Argentina. Apareció en 1981, a sus 23, cuando lo detuvieron, junto con su hermano Pablo, por el asesinato de su padre y su madre. Sergio se hizo cargo de todo y la justicia le creyó y lo condenó a perpetua; después revisaron el fallo para incluir a su hermano, que había huido a Bolivia. En prisión, Schoklender se tituló de abogado y psicólogo, organizó una imprenta, impuso su orden, se volvió un personaje. Pero nadie esperaba que un día Hebe de Bonafini, la jefa de las Madres de Plaza de Mayo, fuera a visitarlo. Y, menos, que siguiera yendo dos veces por semana, que lo alentara a pedir la libertad condicional y que, ya libre, lo nombrara apoderado de las Madres y lo adoptara como una suerte de hijo.

- ¿Y en esos primeros encuentros con Hebe alguna vez hablaron del parricidio?

Le pregunté, tono de circunstancias: si él, preso por matar a sus padres, habló de su delito con esa mujer que el mundo conoce por su búsqueda de los asesinos de sus hijos. Schoklender bajó la voz y la cabeza.

- No, nunca. Nunca fue un tema que habláramos. Jamás me lo preguntó.

- ¿Y vos qué pensás?

- Nada, no tenía que ver con eso. Tenía que ver con que se encontraba con alguien en quien podía confiar. Que ponía todo lo que tenía al servicio de ella, que le explicaba las cosas, que trataba de darle coherencia a un discurso lleno de baches. Y así ayudé a construir un mito, a sostener un mito. Y bueno, después los mitos se te caen. Los ídolos tienen pies de barro y siempre se caen; el problema es cuando se te caen encima.

Dijo, amargo. Pero, para eso todavía le faltaban quince años. Porque fue sólo en mayo de 2011, tras una colaboración larga y estrecha, que el vínculo entre Hebe de Bonafini y Sergio Schoklender se rompió con estrépito. Habían compartido el apoyo muy público al Gobierno de los Kirchner e iniciado proyectos con dinero oficial: entre ellos, el programa Sueños Compartidos, por el que las Madres de Plaza de Mayo construían viviendas populares.

Hasta que saltaron las acusaciones: que el programa era usado para sustraer y lavar plata -dijeron ciertos políticos y periodistas- y que el principal culpable era su jefe, Sergio Schoklender. Se abrió una causa judicial y arreció el escándalo; Hebe de Bonafini lo trató de ladrón, de traidor, de pobre tipo; Schoklender dijo que "Hebe dejó de defender principios para pasar a defender a un partido" y rechazó las acusaciones de enriquecimiento y dijo que nunca se había llevado ni un peso. Y me lo repitió:

- Yo no me llevé ni un peso. Pero sí hubo plata que se usó para gastos de la Fundación, ordenados por las Madres. Es el sistema de funcionamiento de la política. Yo, aparte de construir, con esa plata tenía que mantener a las Madres, los actos partidarios, los afiches, los caprichos de Hebe, los caprichos de su hija, las casas de su hija, los centros culturales, la radio, la universidad de las Madres, los viajes, los choferes... Tenía que hacer milagros.

La instrucción quedó en manos de un juez, Néstor Oyarbide, a quien suelen caerle todas las causas que el Gobierno quiere controlar. Y, a partir de la ruptura, Schoklender decidió escribir un libro, Sueños postergados, que Planeta publica en estos días. Por eso fui a entrevistarlo: la charla duró horas. En ella, Schoklender dijo que el Gobierno argentino usa dinero de las obras públicas para financiar los sobresueldos que "todos los funcionarios políticos cobran", y para financiar las campañas políticas. Y que él les decía que sacaran el dinero de las obras grandes pero que no se metieran "con la leche del comedor para los chicos, no me chorees del presupuesto para villas y asentamientos; no la saques del último escalón, sácala de donde sobra", dijo que les decía. Y que los medios argentinos "viven de la extorsión y de la compra de los espacios por parte de la dirigencia política", que "todos tienen que aportar para que no hablen mal de ellos".

Y que dentro de las Madres se estuvo preparando un grupo armado, gente que mandaban a formarse con las FARC colombianas, para después venir a organizar un trabajo "foquista" en algún lugar. Y que él planificó el secuestro del almirante Eduardo Massera, uno de los principales represores de la dictadura argentina, pero que por suerte, dijo, Hebe de Bonafini lo disuadió. Aunque, dijo, "Hebe era una mujer muy primitiva, de muy poca educación. Tenía muchas flaquezas humanas y yo era una máquina de tapar sus baches".

Y me dijo que se sentía "un muerto en vida" pero que volvería a reflotar su proyecto de construcción "barata y muy eficiente", que terminó, dijo, porque muchos se sintieron amenazados por él, porque ponía en evidencia sus robos y su inepcia, y que empezó a hundirse cuando murió Néstor Kirchner porque Cristina Fernández nunca lo entendió: que le daban "miedo tantos trabajadores organizados".

Ayer, cuando la entrevista salió en elpais.com, los diarios argentinos reprodujeron sus palabras. No sé cuáles serán estrictamente ciertas, cuáles no, cuáles a medias. Es lo que tendremos que empezar a averiguar en estos días.

Sergio Schoklender (derecha) con Hebe de Bonafini en 2004.
Sergio Schoklender (derecha) con Hebe de Bonafini en 2004.IVÁN FRANCO (EFE)

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