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El primer ministro belga, objeto de un insólito robo en el que hurtan su portátil

Los ladrones sustraen el ordenador del coche oficial mientras Di Rupo estaba en el gimnasio

I.F.
Elio di Rupo, primer ministro belga, a su llegada a París a principios de febrero.
Elio di Rupo, primer ministro belga, a su llegada a París a principios de febrero.GETTY

El primer ministro —quizá— menos ortodoxo de Europa, el socialista belga Elio di Rupo, sufrió el pasado lunes un episodio de lo más insólito para un mandatario de su talla. Tras concluir su jornada de trabajo en uno de los edificios más solemnes de Bruselas, la sede de la Comisión Europea, Di Rupo se encontraba en un gimnasio del centro de la capital belga cuando un ladrón o un grupo de ladrones irrumpieron en el coche oficial y se hicieron con su ordenador portátil y varios documentos de trabajo. Tres días después, la policía federal no tiene ni rastro del aparato ni de los asaltantes.

Tras 48 horas de secretismo absoluto, un portavoz de Di Rupo ha confirmado este jueves el hurto pero ha negado que el dispositivo sustraído contenga información clasificada o secretos de Estado, tal y como habían trascendido en un primer momento. En concreto, varios medios locales especulaban con que el ordenador tuviera información sensible sobre la familia real belga, una de las instituciones más respetadas del país y clave en la frágil unidad entre flamencos y valones. “Tenía apuntes personales y algunos documentos de trabajo”, ha subrayado este portavoz, desmintiendo así las informaciones iniciales y tratando de quitar hierro a un hecho que ha sorprendido a propios y extraños.

Según relata el diario flamenco Het Laatste Nieuws, el ladrón o ladrones aprovecharon la ausencia del chófer, que se encontraba en una librería cercana, para romper una ventanilla del Audi A6 de la jefatura de Gobierno belga y acceder desde allí al maletero, donde se encontraba el ordenador. Además del portátil, los asaltantes se llevaron un maletín de alta gama que portaba documentos oficiales, un traje, una camisa blanca, un módem USB y un cargador de teléfono móvil. Según fuentes gubernamentales, el portátil está protegido y los documentos que se encuentran en su disco duro fueron transportados “de acuerdo con las reglas y procedimientos oficiales” y fue el propio Di Rupo quien denunció los hechos ante la policía de Ixelles, uno de los barrios más céntricos de Bruselas.

¿Buscaban los ladrones alguna información concreta? Y, más aún, ¿sabían que ese era el coche del primer ministro o simplemente eran unos cacos que buscaban objetos de valor en el interior del vehículo? La respuesta a estos interrogantes tendrá que esperar: la investigación policial aún está en fase preliminar y la policía aún no tiene sospechosos del suceso.

Este extraño robo no es el primer incidente informático que sufre el primer ministro belga —hace menos de un año, su ordenador fue hackeado por piratas informáticos chinos— y se produce en un momento clave para el futuro político de Bélgica. Tras las elecciones del pasado 25 de mayo, en las que se impusieron los nacionalistas flamencos de la N-VA, una coalición de partidos de centro-derecha de mayoría neerlandófona negocian la formación de un nuevo Gobierno que daría al traste con una ya casi descartada permanencia del actual primer ministro.

Di Rupo, primer dirigente francohablante belga en las últimas tres décadas y primer mandatario europeo abiertamente homosexual, ha logrado dotar de estabilidad a un país que, hasta su llegada, llevaba un año y medio sin Gobierno y ha logrado transmitir una imagen de hombre de calle que dista mucho de la mayoría de homólogos en la UE, normalizando al máximo su figura. Tras casi tres años al frente del Ejecutivo, para los bruselenses ya no es extraño cruzarse con su primer ministro, con ropa informal y sin escolta, caminando en pleno centro de la ciudad. Ahora, los belgas tampoco deberían extrañarse si, en el futuro, la máxima autoridad política belga sufre un robo tan común como increíble. Por extraño que pudiera parecer, ya ha sucedido.

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Sobre la firma

I.F.
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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