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¿Por qué debes visitar Wimbledon?

Fundado en 1877 al suroeste de Londres, el torneo más antiguo del mundo reúne una serie de singularidades que lo hacen especial. Algunas pistas sobre el All England Tennis Club

Alejandro Ciriza
La sombra de Djokovic, durante un partido.
La sombra de Djokovic, durante un partido.GLYN KIRK (AFP)

Cuando el visitante pisa por primera vez el complejo de Wimbledon, localizado al suroeste de Londres, tiene la sensación de que rebobina en el tiempo. Algunos pensarán, quizá, que se encuentran en el marco de una escena de Matchpoint, de Woody Allen. Se trata de un lugar sofisticado y onírico, rodeado de praderas verdes, flores y pequeñas construcciones de madera y ladrillo. Ideal para practicar el deporte blanco, como es conocido el tenis. Fundado en 1877, el Grand Slam londinense es el torneo más antiguo del mundo; también, el reflejo de la singular idiosincrasia británica. Para aquellos que aman el tenis (y esos otros que no), algunas pistas. ¿Por qué debes visitar al menos una vez en tu vida el All England Tennis Club?

Un operario cuida el césped de una de las pistas.
Un operario cuida el césped de una de las pistas.LEON NEAL (AFP)

La hierba, a un corte de 8 milímetros. Es el único grande que se disputa sobre superficie verde. Un terreno para especialistas en el que no tiene cabida la especulación. El césped de las pistas, 100% raigrás perenne, requiere un cuidado exhaustivo y un corte preciso de 8 milímetros. Todos los días, al concluir los partidos, el equipo de jardinería lo revisa y lo riega. Eso sí, con el paso de las jornadas se verá como en los fondos de las pistas, desde donde pelotean los jugadores, comienzan a aparecer manchas marrones por las pisadas.

Carreño y Monfils se saludan tras el partido.
Carreño y Monfils se saludan tras el partido.Clive Brunskill (Getty)

Uniformes blancos. Desde 1963 se impuso que las indumentarias debían ser "predominantemente blancas" y en 1995 la norma matizó que tenían que ser "casi enteramente blancas". Se prohíben colores oscuros o llamativos, aunque recientemente se permitió una licencia: “Una línea de color en el cuello o en las mangas que no supere el centímetro de grosor”. En todo el recinto predominan el blanco, el verde oscuro y el púrpura, los colores que componen el escudo.

Aficionados comen unas fresas con nata.
Aficionados comen unas fresas con nata.TOBY MELVILLE (REUTERS)

Las fresas con nata. Cuando uno pasea por las instalaciones verá a un montón de personas que portan canastillos de fresas con nata. Una tradición, dice la leyenda, que introdujo Jorge V y que responde a la llegada del estío inglés. En concreto, la variedad que se consume en el torneo es la Elsanta, cultivada en granjas de Kent (sureste de Inglaterra). A lo largo de las dos semanas se venden alrededor de 28.000 kilos de fresas.

Los aficionados observan un partido desde la Aorangi Hill.
Los aficionados observan un partido desde la Aorangi Hill.Alastair Grant (AP)

El picnic de la colina. Otra de las costumbres, sobre todo para aquellos que no han podido comprar una entrada con derecho de acceso a las pistas, es ver los partidos desde la Aorangi Hill. Una loma tupida desde la que la gente observa los encuentros en una  pantalla gigante instalada en una de las paredes de la pista 1. En su día fue conocida como la Henman Hill, por el tenista Tim Henman; se retiró en 2007 sin poder alzar el título. Ahora recibe el nombre del Murray Mound (Montículo de Murray). El escocés Andy Murray ganó el trofeo en 2013.

Ángulo de la pista central de Wimbledon.
Ángulo de la pista central de Wimbledon.LEON NEAL (AFP)

El parón del Middle Sunday. La competición se detiene en el primer domingo del torneo. Es conocido como el Domingo Central y salvo por las inclemencias meteorológicas, siempre se respeta. Solo en 1991, 1997 y 2004 no se ha hecho, como consecuencia de las lluvias que suelen condicionar el desarrollo del torneo. Para solucionar esto último, la organización decidió construir en 2009 una cubierta retráctil en la Central Court. El primer partido con techo los disputaron Andy Murray y Stanislas Wawrinka.

Un recogepelotas sostiene las bolas durante un partido.
Un recogepelotas sostiene las bolas durante un partido.SUZANNE PLUNKETT (REUTERS)

Libre de patrocinadores. A excepción de las pelotas, producidas por el mismo fabricante (Slazenger) desde 1902, en las pistas y el entorno apenas pueden verse firmas comerciales. Sí que hay tiendas, pero a diferencia de otros eventos no hay grandes paneles publicitarios. Los espacios están limpios e inmaculados.

Imagen de la estación de Southfileds, en Londres.
Imagen de la estación de Southfileds, en Londres.

Transporte: Southfields, no Wimbledon. Quienes quieran acercarse, tienen la opción del taxi (de precio elevado también en Londres), los autobuses de doble piso (los hay desde distintos puntos de la ciudad) y el metro. Esta última es probablemente la vía más rápida. Los visitantes deben coger la línea verde (District), en dirección a Wimbledon; pero ojo, la parada en la que deben bajarse no es esta última, sino Southfields. Desde ahí, unos 15 minutos a pie. El complejo es más grande de lo que parece, así que conviene acertar de antemano con la puerta (gate) que les toca.

Federer, durante un partido en Wimbledon.
Federer, durante un partido en Wimbledon.Shaun Botterill (Getty)

El espacio para las leyendas. Las pistas del All England Tennis Club han acogido algunos de los duelos más grandiosos de la historia del tenis. Por ejemplo, el más largo de la historia (arrancó el 22 de junio de 2010, en la pista 18, y se prolongó por tres días), entre el estadounidense John Isner y el francés Nicolas Mahut. El resultado fue 6–4, 3–6, 6–7 (7), 7–6 (3) y 70–68 tras 11 horas y cinco minutos de partido; cinco sets, 183 juegos y 980 puntos. El primer ganador del torneo fue el británico Spencer Gore (6-1, 6-2 y 6-4 a William Marshall) y el último Novak Djokovic (6-7(7) 6-4 7-6(4) 5-7 6-4 a Roger Federer). El suizo es, junto a Willian Renshaw y Pete Sampras, quien más cetros (7) ha logrado.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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