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Aduriz también reina en Marsella

Un golazo del delantero da la victoria al Athletic en el Velodrome

Aduriz celebra su gol junto a Williams.
Aduriz celebra su gol junto a Williams.ANNE-CHRISTINE POUJOULAT (AFP)

El partido seguía un guion reconocible, como irreconocible resultaba el Velodrome medio vacío, medio silencioso, majestuoso en la forma pero humilde en el fondo tan vacío. Presión, presión y más presión a cargo de dos equipos que sabían de la alta cotización del gol en una eliminatoria tan igualada. Tan grande como es el Velodrome, parecía a veces pequeño como un tablero de parchís por la aglomeración de futbolistas obsesionados por tapar y tapar huecos y más huecos. Así, ni Williams podía correr ni Aduriz casi saltar. Corría y corría N´Koudou, porque sus pilas son inagotables. Y corría y corría Ambrossini, pero siempre detrás de De Marcos.

Fuera del ejercicio táctico y el derroche físico, pasaban pocas cosas. Áreas intactas, y las ocasiones congeladas durante toda la primera mitad. Gobernaban las defensas y los medios centros. Mientras las fuerzas aguantasen, sería difícil encontrar los caminos por rápido que estuviese el césped. Le iba bien el partido al Athletic, menos exigido por la necesidad del gol y poco exigido por los delanteros marselleses. La única jugada de peligro de todo el periodo tuvo más que ver con la salud que con el fútbol- Fue un libre indirecto al que salió con todo Iago Herrerín llevándose inevitablemente por delante a N´Koudou. A cambio, el Athletic apenas se asomó al territorio de Mandanda. Prefería el gobierno a la revolución.

Pero la revolución llegó por el camino habitual. Fue una salida briosa del Athletic, como si en vez de un tiempo, quedase un segundo. En el minuto 54 se desató la tormenta Aduriz. Pase larguísimo del portero, cabezazo hacia Aduriz de Sabin Merino y el killer golpea la pelota sin dejarla caer al suelo y dibujando una parábola perfecta desde lejos, muy lejos. Y poco después Aduriz que se va solo hacia el portero y lo ve tan fácil que no lo ve claro y acaba en el suelo. Y Aduriz poco después, le roba la cartera a Rolando en la raya de fondo y ¿qué hace?: tirar a gol desde la misma raya y el balón encuentra un hueco entre la cadera de Mandanda y el poste, pero da en el poste y no se va a gol porque así lo dicta la fortuna.

Fueron diez minutos de Aduriz que valieron por todo el partido Cuando el delantero guipuzcoano saca el manual del delantero centro es como si se abriera el telón y comenzase una función mágica para grandes y pequeños. Durante toda la primera mitad, había tenido el manual a buen recaudo, sin exhibirlo, sin exponerlos, como esperando a que la defensa del OM o se agotase o se confiase. Cuando Rolando y N´Koulou se quisieron atar de nuevo las botas, el daño ya estaba hecho. Nadie nunca se puede fiar de Aduriz, tan contenido en las muecas que nunca sabes que le pasa por la mente.

Y ya le quedó al Athletic resistir y al equipo de Michel y Alkorta, proponer un asedio por desordenado que fuese. Le vino bien la entrada de Thauvin que le amargó la vida a Balenziaga. Sus centros fueron el peligro real del Olympique para soñar con el empate. San José se multiplicó en la tarea de achique de espacios y de perseguir rivales como si no hubiera un mañana. Y la victoria fue rojiblanca aunque en el camino se dejó un jirón inesperado: Beñat vio la tarjeta y será baja en el encuentro de vuelta.

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