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Un nuevo wifi ‘pasivo’ gasta 10.000 veces menos en electricidad

El logro de un grupo de ingenieros y físicos hará que las pilas y baterías de muchos aparatos conectados a la Red duren hasta 15 años

Uno de los creadores del 'wifi pasivo', Vami Talla, prueba el sistema de ahorro de energía.Foto: reuters_live
José Manuel Abad Liñán

Cuando acabe este año habrá 6.400 millones de objetos conectados a Internet en todo el mundo. La Red interconectan los lugares más alejados del planeta y, a la vez, hacen íntimos a sensores de temperatura, electrodomésticos y hasta grifos de cerveza y posavasos inteligentes. Eso sí, el mundo de lo eternamente conectado necesita consumir una enorme cantidad de energía.

Como en solo cuatro años la cifra de objetos con acceso a Internet superará los 20.000 millones, cabe ir pensando en cómo ahorrar en la factura de la luz (y en el gasto en pilas) que supone tenerlos enchufados. Ahora, unos ingenieros eléctricos, mano a mano con informáticos, han probado un tipo de wifi que utiliza solo la diezmilésima parte de la electricidad que gasta el más ahorrativo de los sistemas inalámbricos actuales.

De momento, el experimento se ha centrado en un tipo de wifi muy común, que usan muchas redes inalámbricas públicas

Los autores del experimento, liderados por dos jóvenes doctorandos de la Universidad de Washington (EE UU), tenían una idea en mente: demostrar que se pueden transmitir datos por wifi sin apenas consumir energía. Han acuñado el concepto de wifi pasivo para describir la base de su sistema: en lugar de que el router tenga que emitir continuamente señal, aprovechan que las ondas de radio, en determinadas condiciones, tienen capacidad de reflejarse y rebotar. Es lo que hace el chip que usa el experimento con la señal que le llega desde el router: transmite datos rebotándolos y eso exige menos esfuerzo, en energía, que emitirlos desde cero.

Ese chip pasivo da nombre a todo el sistema y rompe con la manera tradicional de transmitir información. "Las emisiones de radio que hemos estado usando todos en los últimos cien años se basan en la generación activa de señal", explica desde Seattle Vamsi Talla, uno de los estudiantes de doctorado embarcados en el proyecto.

De momento, el experimento se ha centrado en un tipo de wifi muy común, el estándar 802.11b, que usan muchas redes inalámbricas públicas, pero que no permite mucho ancho de banda. Las esperanzas del grupo apuntan a conseguir aplicar ese fenómeno de reflexión de las ondas, que se denomina retrodispersión, a otros tipos de wifi: "De hecho, ya estamos trabajando para conseguirlo", recalca el investigador de origen indio. Su grupo acredita cuatro años de experiencia en la retrodispersión. Lo más difícil, según explica, fue conseguir modular (hacer que las ondas transporten información) las señales de wifi para hacerlas rebotables.

El experimento ha logrado emitir señal a una velocidad de 11 megabits por segundo, menos de lo que permiten muchos wifis convencionales, aunque sí mejora la capacidad de transmisión a través de Bluetooth LE y gastando solo una milésima parte de ese estándar de bajo consumo. Los investigadores presumen de haber logrado comunicaciones, hubiera o no una pared de por medio entre los objetos conectados, a una distancia de entre 9 y 30 metros, más que suficiente para la mayoría de los aparatos de domótica.

El grupo va a crear una startup para comercializar la idea. "Creemos que con el wifi pasivo todos los dispositivos móviles y sensores como las alarmas de humo o termostatos, detectores de tiempo o sensores de temperatura consumirán una diezmilésima parte que ahora, y eso implica que las baterías duren 10 o 15 años y que en las casas se ahorre mucho por no tener que cambiarlas [en tanto tiempo]", explica con ilusión Talla, que a mediados de este mes presentará su trabajo en USENIX, un foro para expertos en sistemas en red, en California.

Una idea 'positiva', pero aún por consolidar

José Ignacio Alonso, catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid y profesor en su departamento de señales, sistemas y radiocomunicaciones, cree que la idea propuesta por la Universidad de Washington es "positiva" porque "va en la línea de reducir el consumo y de hacer compatible el wifi, una tecnología asentada, con el Internet de las Cosas". Matiza, en cambio, que solo se ha conseguido con un estándar de wifi sin canales separados y en el que se generan problemas de interferencias y congestión del tráfico de la señal. Además, la calidad de ese estándar, uno de los más antiguos en implantarse, permite dar poco ancho de banda, aunque precisamente el Internet de las Cosas no necesita mucho: "Si yo tuviera que pensar en utilizar este wifi para dar servicio en una biblioteca diría que esto no me sirve, pero para establecer comunicaciones máquina-máquina sí", ilustra Alonso.

Otra posible dificultad de los chips pasivos, aunque no dramática, es que, a diferencia de los actuales, no pueden mandar advertencias a los routers para para decirles que están ahí o cuándo están listos para recibir datos.

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Sobre la firma

José Manuel Abad Liñán
Es redactor de la sección de España de EL PAÍS. Antes formó parte del Equipo de Datos y de la sección de Ciencia y Tecnología. Estudió periodismo en las universidades de Sevilla y Roskilde (Dinamarca), periodismo científico en el CSIC y humanidades en la Universidad Lumière Lyon-2 (Francia).

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