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¡Hasta nunca, Cuauhtémoc!

El América lo despide para siempre pero los mexicanos lo tendrán más presentes que nunca por su extravagante salto a la política

Diego Mancera
Cuauhtémoc Blanco, este sábado en el estadio Azteca
Cuauhtémoc Blanco, este sábado en el estadio AztecaAP

No lucía la figura de un deportista, lucía la de un político cuarentón que no escatima en la mesa. Cuauhtémoc Blanco, el ahora alcalde de Cuernavaca, fue homenajeado este sábado en el estadio Azteca por el América, el equipo en el que despuntó en los años noventa, y a principios del 2000, cuando regresó tras un breve paso por el fútbol español. El público lo jaleó, ovacionó sus jugadas a cámara lenta y a punto estuvo de cantar gol cuando estrelló un balón en el palo. Era la noche de Cuauhtémoc, el chico de barrio con nombre de emperador azteca.

El homenaje fue extraño, como no podría ser de otra forma para alguien tan singular como él. En vez de despedirlo en un partido amistoso, el América lo inscribió en la liga mexicana y lo alineó como titular ante los Monarcas de Morelia. Jugó 37 minutos en una mezcla de épocas distintas, como si el Real Madrid hubiera alineado este fin de semana a Fernando Hierro.

Cuauhtémoc, de 43 años, salió al campo el primero, liderando a sus compañeros, con el brazalete en el brazo. Compartió delantera con Oribe Peralta. Se equivocó en el primer control, y persiguió el balón con pasitos muy cortos, como los personajes de Mario Bros en la Nintendo. Era imposible que llegara.

Al minuto cuatro, el futbolista que días atrás fue a entrenar protegido por el ejército, señal de que ser alcalde en México tiene sus riesgos, disparó fuerte al larguero, y acabó la acción con una jugada marca de la casa, la cuauhtemiña, patentado por Cuahtémoc Blanco SA en el mundial de Francia 98.

El futbolista que disputó tres mundiales con la camiseta de México pidió el balón para cobrar un tiro de esquina y una falta directo. Cambió de lado, se barrió detrás de las piernas de Carlos Morales. El árbitro de esta tarde, Roberto García Orozco, prefirió guardarse la tarjeta amarilla: no quería regañar al chambelán.

Todos los pases llevaron a Blanco. La consigna era que hiciera gol, pero los defensas de Michoacán, obviamente, no querían que un jubilado los pusiera en evidencia. Ante los fallos de sus compañeros, el Cuau se limitó a aplaudirles, algo que 10 años antes hubiera acabado en insulto.

Ignacio Ambriz, entrenador de América, lo sustituyó al minuto 37 por el colombiano Darwin Quintero. Iban 0-0, no era un partido, eran balas de fogueo.  Recibió aplausos y abrazos. Al término del primer tiempo, recibió reconocimientos de los presidentes del club, Ricardo Peláez y de José Romano. Su familia estuvo presente. Los aficionados corearon: “Oé, oé, Temoc, Temoc”. El partido acabó 4-1, pero era lo de menos.

Los aficionados al deporte le dijeron adiós pero los mexicanos en general le acaban de saludar por su  extravagante salto a la política como alcalde en una ciudad, Cuernavaca, en la que ni nació ni vivó. Hace unas semanas nombró vicealcalde a su representante. ¡Hasta nunca, Cuauhtémoc!

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Sobre la firma

Diego Mancera
Es coordinador de las portadas web de la edición América en EL PAÍS. También se encarga de informar de historias deportivas de México. Empezó a trabajar en la edición mexicana desde 2016. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación y Periodismo por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

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