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De Bruyne, el chico formal que revienta la pelota

El belga, un atacante intenso y polivalente, es una de las referencias del City tras jugar tres partidos con el Chelsea

De Bruyne celebra un gol con el City.
De Bruyne celebra un gol con el City.Paul Gilham (Getty)

Kevin de Bruyne tiene cara de pillo, pero dicen que es muy formal, tanto que resulta incluso algo soso. En el vestuario es callado y modosito, pero sobre el césped no para, dinámico como pocos jugadores. “Parece que tenga poco y lo tiene todo. Puede jugar en tres posiciones, por detrás del punta o en las dos bandas. Tiene mucha dinámica, y su fútbol es directo, de área a área. El tiempo dirá qué le dará al Manchester City, que puede ser mucho”, dice Pellegrini, que añade: “Cuando le pega a la pelota, ¡la revienta!”, dice el entrenador chileno. Y aunque mete goles, el belga no es un goleador, porque pasa más que marca. “Me gusta el gol, pero no soy Suárez”, dice él. “Me gusta jugar para los demás”. Resulta que a estas alturas ya le ha regalado dos tantos históricos al City, ante el PSG, que han servido para clasificar por vez primera a los cityzens para una semifinal de la Champions.

Dicen los estudios realizados por el preparador físico del Manchester que tiene una musculatura elástica, y que su disparo antes que seco es un latigazo. El club ha realizado pruebas sobre la potencia de su disparo y los datos, que no hace públicos demuestran que es el más rotundo de la plantilla y mayor a los que han podido comparar en la Premier.

Nacido en Drongen, al noroeste de Bélgica, en junio de 1991, de niño era del Liverpool, a los 14 años fichó por la cantera del Gent, el pelirrojo vuela a los 25 en el Blue Camp, como los seguidores más jóvenes conocen al moderno estadio del City, bromeando al compararse con el Barça. Con 21 años jugó 33 partidos con el Werder Bremen en su primera temporada en la Bundesliga volando por la banda izquierda y marcó 10 goles, suficiente para que el Chelsea se lo llevara a Londres. Con los de Stamford Bridge dio un pase de gol y no marcó ni un triste gol.

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Apenas habló dos veces con Mourinho: “La primera me dijo que lo estaba haciendo bien y que tendría mi oportunidad; fue en noviembre. La otra, llegado el mes de enero, fue cuando le dije que me quería ir porque aunque estaba entrenándome bien, no tenía minutos”, explicó. Y se fue, a la Bundesliga, harto de no tocar pelota. “Yo tampoco soy muy hablador y quizá tenía que haber tenido más paciencia y tomármelo todo con más calma, pero fue una buena decisión salir. Ahora soy una persona diferente”, admite tras su segunda etapa en la Bundesliga donde la reventó otra vez, en el Wolfsburgo: 52 partidos, 13 goles, 27 asistencias en año y medio, modificando su posición y jugando en tierra de nadie, terminó el curso pasado siendo escogido como mejor jugador de la Bundesliga.

Txiki se tiró de cabeza a por él y pagó 75 millones de euros. “Es muy completo, hace muchas cosas. Y muy rápido, con el balón y soltándolo también”, tercia Navas, al término de un entrenamiento con un Froozen de peluche en la mano. “Me lo ha regalado un compañero, es para mi hija”, avisa sonriente el andaluz.

Guardiola se frota las manos con la idea de administrar el potencial del belga, al que Pellegrini ha perdido durante mas de un mes por una lesión de rodilla. En el belga adivina el que será su futuro técnico la verticalidad de Ribery, la finalización de Robben -aunque el disparo sea muy diferente- y espera conseguir la constancia e intensidad de Pedro, porque la versatilidad la tiene. “Juego donde me dice el entrenador y siempre pienso en el equipo”, asegura el belga, que dice haber aceptado el regreso a la Premier vía City por su deseo de jugar con el Kun y David Silva -“para mi es un lujo. Siempre pensé que me gustaría jugar a su lado”- y esperar con ansia el partido contra el Madrid: “Es uno de esos dias que todo futbolista sueña”, ha dicho. Acaba de ser padre; en Manchester, bromean al hablar del formal pelirrojo: “Menos mal, ¡habrá sentado la cabeza!”.

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