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Rusia teme que la situación en Turquía incremente la inestabilidad internacional

El Gobierno de Putin, que apenas empieza a normalizar relaciones con Ankara, se muestra muy preocupado por la situación en el país

Pilar Bonet
El general turco Hulusi en una sesión extraordinaria en el Parlamento en Ankara, este sábado.
El general turco Hulusi en una sesión extraordinaria en el Parlamento en Ankara, este sábado.Erhan Ortac (Getty Images)
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El intento de golpe de Estado en Turquía causa gran preocupación y también incertidumbre en Rusia, que apenas estaba empezando la “normalización” de relaciones con Ankara después de que el presidente Recep Tayyip Erdogán se disculpara por el derribo, el pasado noviembre, de un avión ruso en la frontera con Siria.

Tanto Dmitri Peskov, el portavoz del presidente Vladímir Putin, como el ministerio de Exteriores se declararon “muy preocupados” por los sucesos en Turquía. Peskov, que es además un experto en aquel país, dijo que en Moscú esperaban que se garantice la seguridad de los ciudadanos rusos “con independencia de cómo evolucionen los acontecimientos y de quien sea el administrador de los sucesos”.

“El agravamiento de la situación política interna sobre el telón de fondo de las amenazas terroristas existentes en ese país y el conflicto armado en la región incrementan el peligro para la estabilidad internacional y regional”, señalaba el ministerio de Exteriores en un comunicado en el que se exhortaba al pueblo turco y a sus autoridades a resolver sus problemas “sin violencia y respetando el orden constitucional”. Rusia está dispuesta a trabajar “de forma constructiva con los dirigentes electos de Turquía” en interés de las relaciones bilaterales y en problemas internacionales, especialmente la lucha contra el terrorismo, señalaba el comunicado.

Turquía no será un país estable, previsible, democrático ni pacífico en “los próximos años”, por lo que será “muy difícil, si es que es posible, establecer relaciones a largo plazo con ella”, escribió en su blog el político y ex diputado Guennadi Gudkov, según el cual “se diga lo que se diga” de los golpes de Estado regulares de los militares turcos “es a ellos precisamente a los que Europa y Rusia y el mundo entero les debe que Turquía hasta ahora no se haya convertido en un siniestro reino medieval del Islam radical”. “Erdogán ha recibido una ocasión magnífica de destruir a todos sus adversarios y oponentes políticos, ¿Se convertirá en un dictador y se declarará el nuevo “padre de todos los turcos” para siempre?”.

Los kurdos “levantarán la cabeza” aprovechando la desmoralización de los militares turcos, la principal fuerza que los ha combatido hasta ahora, según Ruslán Pújov, director del centro de análisis de Estrategias y Tecnologías. Los militares, incluidos los leales a Erdogán, no se sentirán confortables ahora en el Ejército, que sufrirá una transformación interna con la promoción de oficiales islamistas, señaló el experto a la emisora el Eco de Moscú. Pújov pronosticó que el Ejercito turco no estará en disposición de emprender acciones militares exteriores, lo que, en su opinión, es positivo para Rusia. En su opinión, Turquía no intervendrá militarmente en Siria, dejará de apoyar a Ucrania y a Azerbaiyán en el Alto Karabaj.

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“Ankara comienza un nuevo y extremadamente arriesgado juego con los nervios de los americanos y los europeos”, al amenazar con renunciar a la alianza militar con EEUU por encubrir al eventual organizador del golpe y con las amenazas de restablecer la pena de muerte para los amotinados, según Konstantín Kosachov, el jefe del comité de asuntos exteriores del Consejo de la Federación (cámara alta).

Los vuelos charter de Rusia a Turquía, anulados como parte de las sanciones de Moscú a Ankara, no habían sido restablecidos aún, como estaban esperando ya muchos rusos, pero los vuelos regulares, que no fueron objeto de sanciones, quedaron suspendidos el sábado y prohibidos temporalmente hasta que se aclare la situación política, según la Agencia rusa de aviación.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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