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André Gomes, el niño que se fio a sus pies

Descartado a los 15 años por el Oporto, no desistió en su voluntad de ser futbolista profesional y alcanza el Barcelona a los 22

Jordi Quixano
André Gomes realiza unos toques en su presentación.
André Gomes realiza unos toques en su presentación.LLUIS GENE (AFP)

El técnico Luis Enrique y el director deportivo Robert Fernández ya habían hablado con André Gomes (Grijó, Portugal; 22 años) por teléfono hacía unos meses porque querían saber cuáles eran sus gustos y si encajaría en el Barcelona. Pero no era una opción preferencial para el club, toda vez que solo contemplaban reforzarse con un lateral izquierdo, un central y un delantero centro. “Se juntaron los astros”, admiten desde las oficinas del Barça; “porque el jugador, a través de su agente [Jorge Mendes], nos expresó su voluntad de venir. Casi ni negociamos. Y eso que tenía sobre la mesa una oferta de 50 millones del Madrid, aunque estaba supeditada a la venta de James”. Algo que ni contempló Gomes, que aclaró el motivo del porqué escogió vestir de azulgrana: “Cada club tiene su personalidad y la del Barça se parece más a la mía. También tiene que ver con la filosofía. Era el Barça y punto”. Un gran paso para un centrocampista que con 15 años fue despedido del Oporto porque consideraron que no valía para darle a la pelota.

“Fue complicado. Cuando eres un chico y pasas por una cosa mala, cuesta dar la vuelta, seguir creciendo y hacerse hombre y jugador”, reconoce André Gomes: “pero tengo a mi familia y sin ellos no estaría aquí”. Un apoyo vital que se liberó ayer, cuando llegó al vestuario para ponerse por primera vez la camiseta del Barça. Entonces, se fundió en un abrazo con su padre de muchos mississippis en el que se sisearon al oído. “Es un sueño para mí, para mi padre y para mi familia”, reconoce Gomes. El otro, el del Oporto, se quedó por el camino. Pero aprendió a olvidarlo.

Cuando eres un chico y pasas por una cosa mala, cuesta dar la vuelta, seguir creciendo y hacerse hombre y jugador André Gomes

Tras ser descartado por el club de los dragones, firmó por el Pasteleira, que era el filial del Boavista. Y le alcanzó con una temporada para llegar a la entidad nodriza. Tras dos cursos, le llamaron desde el Benfica para jugar en el Sub-19. “El Benfica B se hizo un año más tarde”, cuenta João Tralhão, quien fuera su técnico en el equipo de las águilas; “pero él se saltó ese paso porque el entrenador Jorge Jesús me pidió informes sobre André y todos fueron buenos. Así que ya acabó la temporada entrenándose con ellos y apareciendo de vez en cuando en los partidos”. Debutó en octubre de 2012, pero la competencia era feroz, con jugadores como Amorim y Matic. “Teníamos un gran equipo, aunque Andre demostraba en los entrenamientos que estaba listo y que era cuestión de tiempo que fuera titular”, desvela Artur Moraes, entonces portero del Benfica y ahora del Osmanlispor turco. Tenía, claro, la confianza que en su día le arrebató el Oporto.

En el juvenil, por ejemplo, llevaba el brazalete de capitán. “Era muy responsable, tenía carácter y valores humanos muy por encima de su edad”, dice Tralhão. “Su madurez no era normal, no”, añade Moraes. Y así lo demostró a cinco jornadas de finalizar la Liga, cuando el Sub-19 peleaba por el título. Resulta que ese día una fuerte entrada de un rival le dejó el pie a la virulé. “Pensó que se le había acabado el fútbol porque no lo podía apoyar”, relata Tralhão; “lloró mucho hasta que los médicos le dijeron que no era grave, que en dos semanas podría jugar”. Minutos más tarde, en la llamada tropecientos al entrenador, le dijo: “La próxima semana quiero estar en el banquillo aunque no juegue, quiero ayudar”. Y así ocurrió. “Así era él”, señala el técnico, que lo usaba de volante, mediocentro o mediapunta.

Su madurez no era normal, no Artur Moraes, excompañero del Benfica

Aunque no llevó el brazalete con el primer equipo, sí que puso el fútbol que se le reclamaba. “Se veía enseguida la clase que tenía con el balón en los pies”, le elogia Moraes. “Técnicamente era un superdotado, capaz de jugar con las dos piernas. Organizaba el juego, siempre tomaba la decisión correcta y creaba fútbol para la finalización de los compañeros”, se suma Tralhão; “pero sobre todo tenía mucha capacidad para escuchar y aprender”. Lo ratifica Moraes: “Me preguntaba por mis experiencias. Lo que le dijeras, lo hacía pocas horas después”. Aunque de eso se preocupó Tralhão, obsesionado en pulirle dos aspectos: “Debía reducir el tiempo que pasaba entre la recepción y el siguiente pase, y entender que era necesario defender”. Exigencia que parece haber comprendido porque en la pasada Eurocopa que ganó con Portugal, se esmeró en esa faceta por más que no brillara con el esférico en las botas.

Un año complicado

Tras el Benfica, recaló en el Valencia en 2014, donde tuvo un primer año notable y un segundo marcado por las lesiones musculares. “No tengo suerte porque intento trabajar todos los días más y mejor, y termino con algún problema”, llegó a decir en una rueda de prensa con tono abatido. “Está perfectamente”, dicen desde el club. “Ha pasado las pruebas médicas sin problemas”, aclara Robert Fernández.

Por lo que ya es del Barça, que le ha dado lo que el Oporto le quitó y el Benfica recuperó. “Hay gente que no se lo cree que venga a este club. Pero los que confían en mí, sí”, resuelve del centrocampista. “Se veía que con continuidad llegaría lejos. Siempre se preparó para eso”, expone Moraes. “No quiero ser pretencioso, pero desde el principio supe que podría conseguirlo”, interviene Tralhão. Y André Gomes sonríe porque se negó a dar la razón a los demás para entregársela a sus pies.

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