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El Atlético castiga la endeblez de Osasuna

El equipo de Simeone se impone con facilidad en un estadio sin el alma de siempre

Ladislao J. Moñino
Gameiro celebra su gol a Osasuna.
Gameiro celebra su gol a Osasuna.Jesus Diges (EFE)

El Sadar era otra cosa. Un enjambre de ruido que acompasaba al fútbol espasmódico y vertical de su equipo. Casi nada de eso ofreció Osasuna, que le concedió una victoria cómoda al Atlético desde un perfil de conjunto blando que hizo demasiadas concesiones. Y se las hizo al equipo que mejor rentabiliza los errores del contrario.

La destitución de Martín y las formas han generado un desencanto generalizado entre el osasunismo que se palpó en ese exceso de silencio. La pancarta instalada en el graderío sur que reivindicaba la figura del técnico que logró el ascenso y revitalizó a un club judicializado por los amaños explicaba ese déficit de decibelios. La pancarta de tributo a Fidel Castro, “Hasta la victoria siempre” y las agitadoras canciones de AC/DC, Barricada o Rosendo que tronaron por la megafonía fueron un mero envoltorio sin apenas acompañamiento del equipo y de la grada. Duró Osasuna en pie lo que tardó el Atlético en centrarse. Tuvo un arranque timorato el equipo de Simeone reflejado en que cedió a saque de esquina en el primer balón del partido. El descontrol en los primeros coletazos del partido señaló que la fragilidad defensiva del equipo tiene menos que ver con la posición de Koke que con la falta de concentración y concesiones individuales. Otros días han sido Godín, Gabi o Juanfran. En El Sadar fue Giménez, que volvió a cometer un penalti tan juvenil como innecesario. Empujó a Oriol Riera en un centro lateral con el colegiado como espectador privilegiado. Mateu Lahoz no dudó. Tienen los penaltis de Giménez una curiosa relación con los que para Oblak. En Múnich, Eindhoven y en Pamplona el meta esloveno detuvo los lanzamientos por las penas máximas protagonizadas por el central uruguayo. Esta vez Oblak se tiró a su izquierda para despejar el golpeo de Roberto Torres.

Antes de la concesión de fallar el penalti, Osasuna ya le había regalado medio gol al Atlético. Un despeje de Flaño rebotó en la cabeza de Tano y propició un pase de Lucas para que Gameiro solo tuviera que empujarlo. Sucedió que el delantero francés no se atrevió a definir con la izquierda y con la derecha no giró el tobillo. Desaparecido ya Osasuna, su portero Nauzet transmitió la debilidad y la inseguridad que ahoga a su equipo. La grada le silbo varios desplazamientos fáciles con el pie que mandó a saque de banda y también se escuchó un runrún inquisidor en un cabezazo franco de Giménez en la frontal del área pequeña tras un saque de esquina. Ese balón debió ser suyo. Igual que originó el primer gol del Atlético. De nuevo, un saque de esquina desde la izquierda que sobrevoló la raya del área pequeña de Nauzet sin que este lo interceptara. Tan parado en la raya de gol como sus defensas en la marca, observó cómo le superaba el testarazo limpio y centrado de Godín.

La otra gran dádiva de Osasuna se intuía que llegaría desde el planteamiento de Caparrós. Valiente, decidió que su equipo se instalara con la línea defensiva muy adelantada para tratar de encajonar al Atlético. Era cuestión de tiempo que un balón a la espalda explotaría la velocidad de Gameiro o de Correa. El argentino, antes del gol de Godín, ya había profundizado por ese agujero, pero le faltó temple para superar a Nauzet, que realizó su única intervención de mérito sacando el pie. Igual que en esta acción salió ganador, del siguiente mano a mano con Gameiro salió malparado. El francés se plantó ante el meta osasunista tras otro pase filtrado por arriba a la espalda Flaño y Unai García. Nauzet hincó la rodilla en el suelo para ese recurso tan de los porteros argentinos de hacer el cristo, pese a la distancia que le separaba aún de Gameiro. El disparo de este le pasó a un palmo de su brazo, pero se condenó por arrodillarse antes de tiempo.

Más que desde el juego, las diferencias se marcaron por la enorme diferencia de efectivos. El 0-2 del descanso acabó con el partido. Carrasco, ya al borde del final, volvió a evidenciar en otro error de Unai García la flacidez de un equipo y un estadio irreconocibles.

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Sobre la firma

Ladislao J. Moñino
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

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