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El corazón partido del partido

Los militantes toman las primarias como un ritual de sanación, reconfortados por su historia pero sin ver nada claro su futuro

Íñigo Domínguez
Un militante deposita su voto en la agrupación socialista de Centro de Madrid.
Un militante deposita su voto en la agrupación socialista de Centro de Madrid.Claudio Alvarez

Entrar en una sede del PSOE es encontrarse un retrato de Pablo Iglesias, el suyo, el original, y tener que hacer memoria. De puertas afuera no sale mucho, miles de votantes del partido ni se acordarán de él, pero dentro preside sus salas, les marca un listón, les coloca en otra época, les hace sentir aún peor. A las diez de esta mañana abre la agrupación de Centro en Madrid y lo primero que ves en la pared es un poema de Antonio Machado: “La voz de Pablo Iglesias, o, si queréis, del ‘Abuelo’, yo prefiero escucharla en mi recuerdo o, mejor todavía, en labios de otros hombres no menos auténticos, no menos verdaderos, que aún nos hablan al corazón y la inteligencia”. En eso están, en buscar esos hombres, o una mujer, aunque sería habría que ver lo que hubiera escrito Machado del debate de las primarias.

Este domingo no solo había vértigo histórico, también representativo y quizá de realidad. El salto del mundo exterior al corazón del partido es muy vertiginoso, de los 5,4 millones de votos de las últimas elecciones, siendo el peor resultado de su historia, a los 187.000 afiliados, y si se sigue bajando, a unos pocos cientos o decenas en cada agrupación. Se llega a un pequeño mundo propio. Por ejemplo, en la sede del distrito Centro de Madrid votaban 450 inscritos, y es de las más grandes de la capital. Es decir, en unas primarias socialistas, que no vale votar en pijama con el ordenador, como en Podemos, el paso por la urna es un lento goteo. Hay mucho rato muerto. El bullicio de la tele engaña.

Asun Clavería, de 54 años, es una de las primeras en votar en esta sede. Está afiliada en Teruel pero se apuntó como desplazada en Madrid porque le pillaba de viaje. “Espero un cambio, un punto y aparte”, relata. El melodrama del PSOE ya le suena porque en Alcañiz, donde vive, un pueblo con 200 militantes, vio lo mismo. Es decir, esto hasta en Teruel ya lo veían venir. En 2010 se pegaron entre ellos, a nivel provincial no aceptaron su candidato y acabaron con una gestora. Unos se fueron, otros se quedaron. Ya nunca fue lo mismo. “Yo esto ya lo he vivido, nos vencieron, y ha pasado en más sitios, todo esto viene de hace tiempo”, reflexiona. En fin, que vota a Pedro Sánchez.

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A los militantes se les ve tocados, heridos, pero reconfortados por el ritual de sacar las urnas, a ver si sirve para algo. Tiran mucho de historia para animarse, porque es verdad que la tienen. Y es reconfortante en un sentido: “La historia del PSOE es una historia de crisis”, repiten. Como que saldrán de esta. En cuanto a la sede de Chamberí, lo que es difícil es entrar, se accede por la rampa de un garaje. Esta agrupación tiene el honor de haber logrado en 1905 el primer cargo público de un socialista: fue el concejal Pablo Iglesias. Tenía 55 años y fue el más votado del distrito tras el torero Luis Mazzantini, de los liberales. Fueron elegidos él, Francisco Largo Caballero y Rafael García de Ormaechea. También entonces había que recoger avales para presentarse a las elecciones, y fueron puerta a puerta por el barrio. El libro El legado de Pablo Iglesias. Desde Chambería a lo más alto, de Nicolás Ferrando, detalla que el 10 de noviembre de 1905 el diario El Socialista publicó el programa electoral de Iglesias. Primer punto: “Abolición de todos los impuestos que perjudiquen a la clase trabajadora”. Y seguía: cantinas escolares para dar de comer gratuitamente a los hijos de los trabajadores, un traje y un par de botas en verano y en invierno para los niños sin recursos, asistencia médica y servicio farmacéutico gratuito, creación de asilos para ancianos e inválidos, abolición de las subvenciones de carácter religioso…

Esta épica resuena en los militantes, porque muchos forman parte de una tradición. Como Enrique Álvarez, 47 años, de abuelo liberal y republicano, familia cercana a la política, socialista desde el colegio, afiliado desde joven. “Hay que darle la vuelta a esto, necesitamos un punto de inflexión”. ¿Dónde empezó a fastidiarse el PSOE? Enumera la “derrota dulce” de 1996 con Aznar, por menos de 300.000 votos; las primarias de Borrell en 1999… Pedro Fernández, afiliado desde los setenta, secretario general del PSOE de Rentería durante 15 años, desde 2000, vota en Chamberí porque las primarias le han pillado aquí por una boda. Ser socialista en ese sitio en aquellos años, como en los anteriores, era jugársela. También esto es parte de la historia del PSOE. "Te rompían los cristales de la Casa del Pueblo un fin de semana y otro también. Lo hemos pasado bastante mal, sí, pero no quiero hablar de ello”, comenta. De lo de ahora casi que tampoco: “Esto ha sido una chapuza de los dirigentes, se han hecho muy mal las cosas, las bases están muy dolidas. Ahora sale a la luz la experiencia del afiliado de base que viene de vuelta”.

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En las sedes, echando la mañana, se habla mucho de errores, saben que en cierto modo se lo merecen, solo rezan para que no se repitan. La angustia es aún mayor porque casi sienten que la democracia depende de ellos, no se la imaginan sin el PSOE, aunque fuera es domingo y a la gente parece que las primarias les trae sin cuidado. “¡Somos unos flojos! ¡No somos una piña, tenemos que estar unidos, como los fachas!”, proclama como un volcán Aurora Encinas, en la víspera de cumplir 91 años. Niña de la guerra, afiliada desde 1977, pide alejarse un poco para que no la oigan. Confiesa que firmó el aval de Susana Díaz porque se lo pidieron, qué tonta, y que hoy al llegar el apoderado le ha recordado al oído su nombre, pero ha votado a Pedro Sánchez. Con el militante histórico funciona bien el “no es no”. Su padre pasó tres años en la cárcel de Cuéllar, Segovia, por socialista en los años cincuenta, y su hermano Eduardo otros tres en los sesenta por agente subversivo. Había sido el soldado más joven en la Guerra Civil y Rafael Alberti le dedicó un poema. “A mi padre le pidieron 30 años, pero como había hecho carnés de la UGT para sus amigos de derechas durante el asedio de Madrid, luego recogimos firmas y le ayudaron”, recuerda. “En casa no tengo santos, solo una foto de Pablo Iglesias”.

Estaría bien saber lo que votan los jóvenes en las primarias si encontraras uno. Alguno se ve, pero si te distraes se te va y puede pasar una hora hasta que pillas otro. Casi nadie baja de los cuarenta. En la Casa del Pueblo de Puente de Vallecas, la más antigua en pie de Madrid, junto con Tetuán, fundada en 1934, reconocen que ese es su problema. Félix Palomo, 58 años, ha estado 15 años en asociaciones de vecinos: “Y eso lo hemos perdido, giran todas en torno a Podemos, hemos perdido la gente joven”. Él fue uno de los que ocupó varias veces, entonces no se decía con ka, este edificio entre 1976 y 1978, hasta que se la devolvieron de nuevo al PSOE en los ochenta. Entonces, en los buenos tiempos, tenían más de 700 afiliados. Pero eso son batallitas de la Transición. La historia está clara, el problema es el futuro. De ser barrio histórico socialista han pasado a ser un fuerte rodeado de votantes de Podemos. En 2015 perdieron por primera vez el primer puesto, que pasó a Ahora Madrid. Ayer votaban 228 inscritos.

Vallecas era en los años treinta un pueblo pobre y agrícola, este edificio lo construyeron los militantes socialistas durante dos años, por las tardes, después del trabajo. Cuando abrió fue sede de las Escuelas Racionalistas, laicas, para enseñar a leer y escribir a los niños de los trabajadores. El torero Ignacio Sánchez Mejías financió aquí un teatro. En 1931 un maestro, Amos Acero, fue el primer alcalde socialista de Vallecas. Fue fusilado en la Guerra Civil. La Casa del Pueblo se convirtió en sede de Falange durante casi cuarenta años. En la misma sala donde ahora se vota los militantes han tenido buenas broncas. Aparece Juan Barranco, exacalde de Madrid, que vota aquí: “En el PSOE siempre nos hemos peleado, pero luego Roma locuta, causa finita, Roma hablaba y asunto cerrado, y todos con el partido. Mi temor es que esto no se acabe”.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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