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Osorio, de albañil en Nueva York a mover a México

El seleccionador del Tri supera un origen muy modesto y crea polémica por sus rotaciones

Diego Mancera
El seleccionador de México en el partido frente a Rusia
El seleccionador de México en el partido frente a RusiaT. BOZOGLU (EFE)

Juan Carlos Osorio es obsesivo. El seleccionador de México no puede salir al campo de juego sin una hoja donde anotar y dos bolígrafos guardados entre sus calcetas y sus tobillos. Uno es azul para los aciertos y el otro rojo, para lo que le preocupa. Todo lo apunta mientras está hincado y sus futbolistas patean el balón.

El estratega colombiano funge como el profesor de educación física y en su curso todos deben jugar. Él cree, fervientemente, en aprovechar a todos los futbolistas en una convocatoria, o bueno, a la mayoría porque el reglamento le impide hacer más sustituciones. “Buscamos dar participación a todos los integrantes del plantel, del colectivo. En el fútbol, y en cualquier actividad de la vida, el ser humano para sentirse parte de tiene que participar, en este caso jugar, para contribuir”, escribió en su libro La Libreta de Osorio, mi modelo de gestión (2015). Osorio es el promotor del arte de rotar.

Osorio tuvo una formación como futbolista en su patria, Colombia. Pasó por el fútbol colegial en Estados Unidos en la Universidad de New Haven en Connecticut y también en la estatal del sur de aquel Estado. En las fotografías se le ve como un joven espigado y con aspecto similar al de Robert De Niro enTaxi Driver (1976). Osorio empezó a ver en el fútbol un mecanismo que trascendía al juego en sí. Veía toda la estrategia en esa actividad lúdica. Trabajó como albañil y mesero en Nueva York para pagarse sus estudios en ciencias del ejercicio. Su carácter se fraguó como el de un inmigrante ávido de una oportunidad.

Su formación le permitió ser trabajar en un equipo regional en State Island y luego, en el 2000, ser el asistente técnico de Octavo Zambrano para dirigir al Metrostars, un conjunto de la liga estadounidense. “Tocó mi puerta buscando una oportunidad”, comentó Zambrano a The New York Times, “les agradó a los jugadores de inmediato gracias a su preparación para cada sesión y su atención individual con cada uno de ellos”. Osorio prefiere llamar a sus futbolistas por su nombre y no por su apellido.

Osorio en 2008 cuando dirigía al New York Red Bulls
Osorio en 2008 cuando dirigía al New York Red BullsM. Stobe (Getty Images)

Osorio aprendió del fútbol en Manchester City del 2001 al 2005. Allí empezó como preparador físico y terminó su ciclo como auxiliar de Kevin Keegan. La mística del Liverpool le sedujo para mudarse a unos cuantos metros del campo de entrenamiento. Allí espiaba a los reds. Primero subido desde una mesa para tratar de ver por las rendijas de la puerta y luego a través del segundo piso de la casa de la familia McManus, a la cual le insistió para vivir allí, según un reportaje del periodista John Sutcliffe de ESPN. También pudo visitar algunas prácticas del Manchester United de Ferguson.

Osorio transitó por los Millonarios de Colombia, por el Chicago Fire y el New York Red Bulls en Estados Unidos. Regresó al Once Caldas. Tuvo un fugaz paso por el Puebla de México y pudo festejar de lo lindo en el Atlético Nacional. Allí no se cansó de ganar títulos. Pero su nombre no sonó para dirigir a la selección colombiana. En vez de eso encalló en el Sao Paulo, uno de los grandes bastiones en Brasil. Su palmarés, trayectoria y su adiestramiento no sedujo a Colombia. A México sí.

El nombramiento de Juan Carlos Osorio en México estuvo ligado al recelo. Poco o nada se sabía del sucesor de Miguel Piojo Herrera, un entrenador que no perdió su puesto por una derrota sino por su volatilidad al golpear a un periodista. Osorio llegó con un bajo perfil y hablaba de sí mismo en segunda persona del plural. Presentó su método claro: rotar jugadores para evitarles un gran desgaste físico y para adaptarse a las exigencias del rival.

Pero esa estrategia ha sembrado dudas entre la prensa mexicana, exjugadores y entrenadores. En 27 partidos no ha mandado una alineación igual. Ha ganado 20 de esos encuentros, empatado cinco y ha perdido dos. Su efectividad, de más de 80 por ciento, supondría una tranquilidad. Sin embargo, una de sus derrotas dejó una huella en México, el 0-7 frente a Chile en la Copa América, la más aparatosa para e ltri. Tras ese terrorífico episodio, el colombiano pidió reunirse con Marcelo Bielsa, el entrenador que puso los cimientos del equipo chileno, para charlar de fútbol, su forma de catarsis.

Osorio durante un entrenamiento con México, en su tobillo derecho luce su bolígrafo azul
Osorio durante un entrenamiento con México, en su tobillo derecho luce su bolígrafo azulA. Estrella (AFP)

Osorio ha dado vueltas en cada una de las posiciones incluso la del guardameta. Su postura a veces un tanto suicida ha llevado al límite a sus dirigidos, incluso les ha encontrado sitios inéditos sobre la cancha como a los defensores centrales que pasan a las laterales o delanteros que juegan por la banda. En la Copa Confederaciones realizó ocho cambios en su once inicial al enfrentar a Nueva Zelanda, uno de los conjuntos más endebles en el torneo pese a dar una gran cátedra al Portugal de Santos. Sus muchachos no podían asentarse en la cancha y lo perdían 0-1. Hasta que el seleccionador movió a sus fichas en el tablero. Lo remontaron y ganaron 2-1. Osorio señaló que fue consciente del riesgo que tomó, pero “para nosotros fue necesario”.

“La rotación, aparte de darle la oportunidad e implicar a todos, también los responsabiliza. Eso es algo clave”, apunta Osorio. Su mayor reto, por ahora, es vencer el esquema táctico de Alemania, el conjunto de la juventud que ha reunido Joachim Löw. “Todo técnico es rehén de la estadística”, escribió Juan Villoro en su libro Balón Dividido (2014). Osorio ha lidiado con ello junto con su libreta, bolígrafos y sus imprevistas rotaciones.

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Sobre la firma

Diego Mancera
Es coordinador de las portadas web de la edición América en EL PAÍS. También se encarga de informar de historias deportivas de México. Empezó a trabajar en la edición mexicana desde 2016. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación y Periodismo por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

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